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martes, 6 de noviembre de 2012

Nidos de ametralladora y trincheras del cinturon de hierro en llodio


La línea defensiva de Bilbao durante la Guerra Civil, el Cinturón de Hierro,esta activa gracias a Las labores de recuperación de los cuatro nidos de ametralladoras en las faldas del monte Kamaraka han terminado y ya puede visitarse. El objetivo de su recuperación es que los jóvenes comprendan lo que sintieron sus abuelos cuando oían acercarse la aviación Nacional, la amenaza de los bombardeos, la cercanía de las tropas sublevadas; que imaginen cómo los soldados, acurrucados, temblando de miedo y frío, se arremolinaban en los refugios y las trincheras llodianas como si fueran inexpugnables, sin saber que el enemigo contaba con la ayuda del ingeniero que diseño el Cinturón de Hierro y que la guerra en Bilbao acabaría en un abrir y cerrar de ojos. Más de 8.000 personas trabajaron para trazar una línea de defensa de ochenta kilómetros de largo que, entre 1936 y 1937, protegiera la capital vizcaína desde Berango y Sopelana, pasando por Urduliz y Uribe Kosta, Lezama, Larrabetzu, Galdakao, Miraballes y Arrigorriaga. El Cinturón de Hierro alcanza Llodio en el monte Kamaraka, su punto más alto. En realidad, jamás se entró en combate en la zona. Aún así, quedan los búnkeres y una larga línea de trincheras, de 3,3 kilómetros, de las que se acaban de recuperar casi 2 y que ya se pueden recorrer. «Es la primera iniciativa de este tipo para recuperar parte del Cinturón de Hierro y ponerlo en valor», explica Guillermo Tabernilla, presidente de la asociación Sancho de Beurko, que ha colaborado con el Ayuntamiento de Llodio en las tareas. En total, Llodio cuenta con cuatro nidos de ametralladoras, dos de ellos encontrados en el último año, fruto de las investigaciones realizadas sobre el terreno. «Están dispuestos de dos en dos en la falda del monte, en zigzag, para dificultar el avance del enemigo». Su conservación ha sido muy buena pese a que, en los años cincuenta, se volaron los techos de las posiciones para aprovechar la ferralla que contenía la estructura, dado su alto valor. Recuperación Pese a los destrozos, en el caso de Llodio ha sido posible recuperar uno de estos nidos y devolverle su aspecto original. Guillermo Tabernilla y su compañero José Angel Brena Alonso disfrutan a cada paso con la fidedigna reconstrucción que les permite retrotraerse ochenta años en la historia y parapetarse en medio de la Guerra Civil. «Se ha reconstruido la trinchera con las piedras cuadradas que los constructores obtuvieron en la excavación de la roca». En su interior, un pequeño escalón permitía a los fusileros, apoyarse para fijar el punto de mira antes de disparar apoyándose contra los sacos terreros que se mantienen dispuestos en orden sobre la pared. En el nido de ametralladoras, apenas hay espacio para dos personas. Llegar hasta él obliga a bajar un par de escalones para acceder «al espacio que utilizaba como polvorín y refugio, que estaba lleno de tierra cuando llegamos aquí con Javi Pagazartundua, quien nos mostró el lugar». Sobre el almacén, una pequeña plataforma donde hay que permanecer agachado, da acceso a la tronera en la que se colocan las ametralladoras. Sólo quedan los pequeños remates. La senda desde el santuario de Santa María de Yermo está señalizada ya con pequeños postes de madera, aunque todavía quedan por colocar los carteles informativos, lo mismo que en el panel situado junto al nido de ametralladoras. Tabernilla y sus compañeros completan durante estos días el inventario del Cinturón de Hierro, un trabajo que realizan con el apoyo del Gobierno vasco para mantener viva «la obra de ingeniería más importante que se ha realizado en Bizkaia hasta que se construyó la Supersur».

 ESTAS SON ALGUNAS DE LAS FOTOS QUE SAQUE DE LA ZONA

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